Aunque hay razas más propensas genéticamente, como el setter irlandés o el samoyedo, cualquier perro puede ser celíaco o intolerante al gluten, aunque muchos tardan años en ser diagnosticados y van de medicamento en medicamento sin notar mejoría.
En ocasiones, un simple cambio de dieta puede mejorar radicalmente la calidad de vida del animal, tal y como ocurre con los humanos, ya que el gluten hace que el cuerpo produzca anticuerpos específicos de enfermedad celíaca. Con el tiempo, el consumo continuado de gluten causa daños en las vellosidades del intestino delgado del animal, dificultando así la absorción de nutrientes vitales como el calcio, el hierro, el yodo y el magnesio, entre muchos otros.
La enfermedad celíaca es difícil de diagnosticar en nuestras mascotas, ya que los síntomas pueden variar mucho de perro a otro. Además de causar un dolor intenso, la intolerancia al gluten puede hacer que un perro presente síntomas tan diversos como diarrea crónica con moco, vómitos, estreñimiento, pérdida de peso, debilidad general, anemia, dermatitis, infecciones crónicas de oído, epilepsia, pérdida de pelo, etc.
Ante el primer signo de intolerancia alimenticia es fundamental acudir al veterinario para que haga las pruebas pertinentes y, una vez hecho el diagnóstico, decidir el mejor tratamiento para el animal.
De no tratarse a tiempo la intolerancia, la salud del animal puede verse realmente comprometida, ya que la mala absorción de nutrientes de forma prolongada puede afectar órganos importantes como el corazón, el hígado o el sistema nervioso.
Entre los problemas de salud más comunes causados por la enfermedad celíaca en perros destacan el síndrome de intestino permeable, que se produce cuando las vellosidades están dañadas por el gluten yno pueden absorber los nutrientes y, para compensar, las células del intestino liberan una hormona que ayuda a abrir las barreras naturales del intestino. Esta apertura permite el paso al torrente sanguíneo de sustancias nocivas como bacterias, microbios, productos químicos y partículas de comida parcialmente digeridas.
El sistema inmunitario reconoce estas sustancias y reacciona para deshacerse de ella ocasionando gases, hinchazón e incluso diarrea en el perro. Además, muchos de los problemas óseos de los canes, tales como la displasia de cadera, empeoran considerablemente con el consumo de gluten en perros con enfermedad celíaca.
Por otra parte, el hígado depende de los nutrientes que provienen del intestino delgado para desempeñar su función -la vitamina C, por ejemplo- y cuando no funciona, las articulaciones se ven afectadas; al tiempo que la enfermedad celíaca puede estar relacionada en algunos casos con la epilepsia idiopática debido a la deficiencia de nutrientes esenciales. Si un perro no puede absorber las cantidades necesarias de magnesio y vitaminas B puede sufrir trastornos convulsivos. En estos caso, con el cambio de alimentación, el animal presenta mejoría rápidamente.
Cuando un perro llega a la consulta del veterinario con uno o varios de estos síntomas, lo más probable es que se le realicen una serie de pruebas (sangre, orina y heces) para detectar parásitos y dar así con la causa del malestar. Si el profesional no encuentra nada en las analíticas y descarta cualquier indicio de enfermedad subyacente, el siguiente paso es poner al perro en una dieta de exclusión estricta, 100 % libre de gluten, durante algunas semanas.
Si los síntomas comienzan a desaparecer, será confirmación de que padece enfermedad celíaca y será conveniente eliminar todas las fuentes de gluten de la dieta del animal de forma permanente.
Como en el caso de los humanos, se trata de una enfermedad para la que no existe cura, pero la realidad es que con un buen control de la alimentación, los perros no necesitarán ni siquiera tomar medicamentos para vivir vidas completamente normales y sin ningún síntoma; aunque haya que ser cuidadosos con los alimentos que consume el animal para garantizar que ninguno contiene gluten.