En los 10 últimos años, las referencias "sin gluten" en las etiquetas han pasado de encontrarse en 280 artículos a nada menos que 1.500, lo que ayuda a estimar que la facturación de los productos para celíacos en nuestro país se acerca a los 80 millones de euros al año, un volumen económico destacable, pero que se queda en nada si lo comparamos con su visibilización social.

Esta visibilización hace que a los intolerantes se sumen con habitualidad otros adeptos a la compra de productos sin gluten, aunque no hayan sido diagnosticados.

Sin embargo, a los ingredientes bastante poco saludables que se añaden para sustituir el gluten como las harinas procedentes de otros granos como el arroz o el maíz, se añaden a menudo aditivos y en demasiadas ocasiones se aumenta la cantidad de azúcar como potenciador de sabor, además de que pueden llevar más grasas y sal que los no aptos para celíacos... y todo esto está empezando a precupar a los especialistas.

Un estudio de la University of Herfordshire de febrero de este año analizó 1.700 productos de distintos grandes almacenes y concluyó que sus propiedades nutricionales son peores que las del resto. Por ejemplo, la cantidad de grasas en el pan blanco y negro sin gluten es el doble que en el de trigo y el porcentaje de proteínas es menor en nueve de cada 10.

Por su parte, un equipo de investigadores españoles del Grupo de Enfermedad Celíaca e Inmunopatología Digestiva del Instituto de Investigación Sanitaria La Fe en Valencia apunta en la misma dirección al concluir que de 654 productos sin gluten analizados en comparación con sus homólogos con gluten se infería que tienen hasta tres veces menos de proteínas, más grasas y más lípidos y grasas saturadas.

Según explica el diario El Pais, esta situación provoca que los celíacos tengan más tendencia a engordar y a tener más alto el colesterol y los triglicéridos. "El sector médico está preocupado por el aumento de peso, así como la subida de colesterol y triglicéridos, en personas celíacas que no llevan una dieta sin gluten equilibrada. La composición lipídica de los productos específicos, rica en grasas saturadas como la palma y el coco, así como el elevado contenido en azúcares simples aumenta la carga calórica de estos alimentos", ha explicado la doctora Izaskun Martín-Cabrejas, responsable del departamento de Seguridad Alimentaria de FACE en este sentido.

De esta manera, la alternativa a los productos con gluten, podría llegar a ser más perjudicial. Por este motivo, laexperta en Nutrición Clínica Ángela Quintas desaconseja llevar una dieta celíaca si la intolerancia no está prescrita por unos análisis, ya que "el gluten carece de valor nutricional, pero tiene un alto valor tecnológico. El no consumo de gluten para la población no celiaca no tiene ningún tipo de justificación ni tiene por qué mejorar la alimentación del individuo".

Además, estos aditivos no hacen que los alimentos sin gluten estén más ricos. Quintas, autora del libro Adelgaza para siempre, no cree que haya aditivos extraños que sustituyan al gluten, pero sí que se utilicen ciertos lípidos para conseguir que los alimentos guarden una textura parecida: "El gluten es el responsable de la elasticidad de la masa de harina, confiriendo la consistencia esponjosa de panes y masas horneado. Es el único e imprescindible ingrediente, a nivel tecnológico, que produce esa forma característica en la bollería y en el pan; no existe aditivo que lo imite", ha explicado.

En este sentido, desde la Academia Española de Nutrición y Dietética, el dietista-nutricionista Ismael San Mauro Martín ha apuntado que "algunos productos específicos, aunque no tienen por qué, están repletos de grasas trans. Por tanto, si no se es celíaco no hay problema en seguir una dieta sin gluten basada en los alimentos que no lo llevan y son saludables —como las frutas y verduras—, pero hay que fijarse en la composición de los procesados gluten free".

La clave está en cómo seleccionamos lo que comemos, por lo que según San Mauro, también director del Centro de Investigación y Clínica Cinusa, no hay que "dejarse llevar por las masas, la moda o los influencers" y sí acudir a un profesional y apostar por "el sentido común" y por una dieta "completa, equilibrada y respetuosa con los valores y creencias de uno mismo".

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