golosinasburmarTres líneas de producción. De una de ellas salen gominolas sin gluten, de otra cantimploras de sabores y de la tercera flaxes sin congelar. Y nada para. Las gominolas se envasan a una velocidad que dejaría a cualquier niño con los ojos como platos. «Cada minuto salen unas 18 bolsas de kilo y medio», asegura una de las trabajadoras de Industrias Burmar, empresa que lleva desde 1973 elaborando golosinas en Talarrubias y haciéndolas llegar a todos los puntos del globo terráqueo.

«Se trata de un trabajo muy dulce», asegura Gemma María Sánchez, responsable de calidad de la firma. Quizá el producto más reconocible de Industrias Burmar sean las cantimploras, ya que el diseño de la botella de plástico es propio y también lo realizan en sus instalaciones. «Recibimos las bolitas de plástico y nosotros le damos forma y las rellenamos. Ninguna otra empresa puede utilizar nuestro diseño», asegura la responsable de calidad.

El primer paso para la producción del líquido que irá dentro del envase es elaborar el jarabe base, que se hace a base de agua, azúcar y edulcorantes. «Estos últimos sirven para limitar el consumo de azúcar en los niños y unirnos a la estrategia Naos del Ministerio de Sanidad», explica Sánchez. Posteriormente hay que pasteurizar el jarabe, con el objetivo de conseguir una estabilidad microbiológica, y este pasa, mediante tuberías, a un espacio ozonizado donde se le añaden los aromas y los colorantes.

Otra de las líneas de producción de Burmar son las gomas, lo que conocemos popularmente como gominolas, cuyos ingredientes principales son azúcar, glucosa, agua, gelatina, colorantes y aromas. «Tenemos más de 90 referencias de gomas», manifiesta Sánchez. Hay diferentes formas de hacerlas: el primer tipo contiene los ingredientes antes mencionados; el segundo logra una mayor esponjosidad gracias al batido, y al tercero se le añade almidón de maíz. «No se hace nada con gluten. Tampoco con trazas de leche o huevo», explica la responsable de calidad.

Tras el batido, el líquido resultante se vierte sobre los pequeños moldes que tienen la forma de las gominolas que todos conocemos. Ahí se enfrían y se dirigen hacia el final del proceso. Aquellas con cobertura azucarada, pondrán rumbo a una máquina que, con vapor de agua y azúcar, les dará el toque definitivo, mientras que el resto se cubrirán con aceite.

Entre las más de 90 de referencias que tiene esta empresa extremeña destacan los aros, los chupetes, los besos, las moras, los huevos o las bananas. Pero los que más gustan son los fresones, las botellas de cola y los jamones.

Una de las particularidades que tiene la elaboración de gomas para todo el mundo es que hay que tener en cuenta las peculiaridades alimenticias de los distintos países. Por ello, las gominolas que se hacen para el mercado europeo llevan gelatina de cerdo. Sin embargo, las que tienen como destino los países árabes se hacen con gelatina de vacuno. «Hay excepciones, como Francia, donde algunos clientes demandan esta última, precisamente porque sus consumidores finales son musulmanes», advierte la responsable de calidad de la firma.

La última línea de producto que hay en Burmar es la que se dedica a los polos. Para su elaboración se utiliza un jarabe base similar al de las cantimploras. «Se le añaden estabilizantes con el objetivo de que resulten más fáciles de consumir», indica Sánchez. Los destinos finales de los productos de Burmar son múltiples y están situados en los cinco continentes. Las golosinas más viajeras son las gominolas y las cantimploras, que llegan a todo el mercado europeo, a Marruecos, Israel, Dubai, Australia o Venezuela. «Los polos no van tan lejos, pero también los vendemos en el extranjero», asegura la responsable de calidad, que se plantea como reto de futuro hacer gomas brillantes y transparentes. «Que se pueda ver a través de ellas, pero sin perder su sabor», expone Sánchez.

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