La fibromialgia es una enfermedad crónica y compleja que causa dolores generalizados y un cansancio profundo, aunque está asociada a otros muchos síntomas; y el principal objetivo para tratarla pasa por disminuir sus síntomas y evitar que se deteriore la calidad de vida de los pacientes.

Aunque no existe una dieta específica para la fibromialgia, ya que cada persona puede tener diferente sintomatología y gravedad, diversos estudios indican que con una alimentación saludable y equilibrada se mejora el dolor, la fatiga y otros síntomas... y es que en la actualidad no existe tratamiento, sino que, dependiendo de los síntomas del paciente, se pauta medicación para aliviarlos.

Por este motivo, la nutrición es fundamental en estos pacientes que por su situación tienden a adoptar diferentes patrones dietéticos, observándose una mayor frecuencia de desórdenes alimentarios, obesidad y, especialmente, síntomas digestivos... y el gluten es uno de los factores dietéticos más estudiados en este sentido, observándose que a pesar de que estos pacientes no son diagnosticados de enfermedad celíaca, mejorarían notablemente al retirar este componente de la dieta, es decir, son sensibles al gluten no celíacos.

La sensibilidad al gluten no celíaca es un síndrome caracterizado por síntomas intestinales y extra intestinales relacionados con la ingestión de alimentos que contienen gluten en sujetos que no se ven afectados por la enfermedad celíaca ni por la alergia al trigo. Entre los alimentos que se comienzan a estudiar para estos pacientes destacan aquellos con alto contenido en fructooligosacáridos, disacáridos, monosacáridos y polioles fermentables, tales como el trigo, crucíferas, legumbres, cebolla, ajo…

Si te sientan mal estos alimentos porque te producen gases, dolor o distensión abdominal, es posible retirarlos de la dieta, aunque únicamente debería ser de manera temporal para evitar carencias, ya que es muy frecuente que sean mal tolerados... eso si, siempre hay que tomar este tipo de decisiones asesorado por un especialista.

A nivel digestivo, además de la sensibilidad al gluten no celíaca, también puede padecerse intolerancia a lactosa y fructosa, helicobacter pylori, sobrecrecimiento bacteriano o permeabilidad intestinal; e incluso es común en estos pacientes observar candidiasis vaginal, infecciones de orina recurrentes y alteraciones dermatológicas, todo ello relacionado con la dieta.

Queda claro pues que la dieta es esencial para quien padece fibromialgia a la hora de mantener un estado nutricional óptimo, aliviar síntomas digestivos y extra digestivos, y prevenir un posible sobrepeso. De hecho, algunos estudios indican que alrededor de un 30 % de los pacientes modifican sus hábitos alimentarios tras el diagnóstico.

Además, si la dieta tiene un alto contenido en productos procesados como harinas refinadas, grasas de mala calidad, azúcares, ciertos aditivos… podrá producirse una inflamación crónica de bajo grado que incrementará el dolor y dificultará el sueño, además de provocar síntomas digestivos.

Una dieta saludable y equilibrada es aquella con alimentos naturales, es decir, vegetales, frutas, cereales, legumbres, huevos, frutos secos, semillas, carne y pescado, tras lo que se debe se debe valorar la tolerancia del paciente, pues quizás no tolere todas las frutas, todas las verduras, etc... pero el dietista-nutricionista irá adaptando la dieta y buscando el origen de esta intolerancia.

 Los pacientes notan mejoría muy notablemente al cambiar sus hábitos alimentarios y adaptar la dieta a los síntomas que padecen, una mejoría que es muy llamativa en la reducción de gases, hinchazón, acidez, dolor abdominal, alteraciones dermatológicas, dolor de cabeza, cansancio… además de mejorar su tránsito intestinal.

Comer saludablemente evitará que el paciente tenga sobrepeso u obesidad ya que mantener un peso adecuado ayudará a reducir el dolor y la fatiga. Además, los pacientes con fibromialgia generalmente no pueden practicar ejercicio físico frecuentemente, lo cual empeora esta situación.

De esta manera, está demostrado que el gluten es uno de los factores dietéticos más estudiados en estos enfermos, cuyos síntomas aparecen a las horas o días tras la ingesta de gluten y pueden ser típicamente digestivos como hinchazón o dolor abdominal, pero también pueden aparecer otros síntomas extra digestivos como dolor de cabeza, dolores musculares o mente confusa.

Estos síntomas también son comunes a la sensibilidad al gluten no celíaca asociando por ello algunos estudios que el gluten podría desencadenar el síndrome de intestino irritable.

El hecho es que cada paciente debe estudiar su caso individualmente para poder mejorar su calidad de vida y poder recomendarle unas pautas alimentarias más específicas, además de acompañarle en el cambio de hábitos.

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