
«Aguanté unas maniobras de una semana, dos meses de instrucción, pasé todas las pruebas físicas y psicológicas, y me echaron dos días antes de jurar bandera», ha denunciado Tamara Díaz Rodríguez, una ovetense de 21 años a la que dieron de baja del Ejército por ser celiaca. La joven lleva batallando desde hace dos años para que los militares reparen lo que ella considera una «injusta discriminación» provocada por el apartado D5 del cuadro médico de exclusiones de la convocatoria a la que se presentó, que veta a los aspirantes con «afecciones de estómago, intestino y peritoneo con trastornos orgánicos o funcionales».
Según cuenta el diario La Nueva España, la joven no se ve afectada por este apartado, y después de agotar todas las vías administrativas, ahora presentará un recurso contencioso. «Voy a luchar hasta el final, si no entro en el Ejército lo haré en la Policía. No van a prohibirme ejercer mi vocación por una tontería», asegura la joven, a la que dejaron con la miel en los labios.
El Regimiento de Artillería Lanzacohetes de Campaña número 62, con base en Astorga (León) ya le había enviado una carta dándole la bienvenida días antes de la expulsión.
A la joven le diagnosticaron desde muy pequeña la enfermedad celíaca y siempre había tenido presente su enfermedad, pero cuando en la boda de una prima conoció a un brigada del Ejército, ella, que ya tenía en mente la carrera de las armas, le preguntó si tendría algún problema por ser celíaca. El brigada la animó. «En el Ejército se dan dietas para personas con problemas de peso, menús especiales para soldados musulmanes, hay hasta algún esquizofrénico», asegura la joven.
En la Subdelegación de Defensa, donde recogió la solicitud de ingreso, tampoco le quitaron las esperanzas. Durante la instrucción, no tuvo problemas con la comida. «Si había filete empanado, me lo hacían a la plancha», comenta. Entonces, un brigada se enteró de su enfermedad. «Me dijo que conocía algún caso y que no permitiría celíacos en su unidad. Yo creo que había algo de machismo. Me enviaron al tribunal médico del Gómez Ulla de Madrid, donde una teniente coronel me hizo dos preguntas y me declaró no apta», recuerda.
De nada sirvió un informe del doctor Carlos Bousoño, quien la trató de niña, negando que «la enfermedad celiaca ponga en merma la capacidad del individuo para desarrollar ningún tipo de actividad, incluyendo -por supuesto- la militar».