Para endulzar los platos de manera inteligente, consciente y sin crear ninguna adicción, los especialistas en la cocina están empezando a utilizar como una preciada aliada a la algarroba, cuya vaina, también llamada ceratonia siliqua, está ligada a la cuenca del Mediterráneo y sobre todo a la alimentación animal.

Pertenecientes a la familia de las leguminosas, estas vainas de color marrón oscuro son tostadas y convertidas luego en una “harina” libre de gluten y por lo tanto apta para celíacos, consiguiendo también asemejarse mucho al cacao en polvo que todos conocemos, o presentándose en forma de sirope, similar a un caramelo achocolatado, ideal para adornar algún postre de frutas.

La algarroba, al igual que el cacao, es rica en triptófano, un aminoácido precursor de la serotonina, nuestra hormona del bienestar y felicidad, de allí que su consumo nos proporcione placer y una sensación reconfortante tanto en boca como a nivel emocional.

Sin embargo, a diferencia del cacao, la algarroba tiene la ventaja de no crear adicción ya que no contiene teobromina ni otras sustancias estimulantes, y por ello se recomienda tanto a niños como adultos, a la hora de buscar “desengancharse” de la necesidad de tomar su dosis-dependencia de chocolate diaria.

Nutricionalmente la algarroba es baja en grasa (menos de un 2 % frente al 23 % del cacao), y rica en azúcares naturales, lo que la convierte en una excelente fuente energética, para días de alta intensidad, deportistas, niños y adolescentes. También es buena fuente de proteína vegetal y al igual que el cacao, contiene cantidades significativas de hierro, calcio y magnesio, con la gran e interesante diferencia de carecer de oxalatos, lo que conlleva a una mejor absorción de dichos minerales.

Otra ventaja que presenta esta vaina es su riqueza en fibra, especialmente de tipo soluble con función prebiótica gracias a su contenido en pectina y lignina, lo que beneficia nuestra microbiota intestinal, además de combatir el estreñimiento, regular el colesterol y desinflamar las mucosas digestivas.

Otro aspecto a valorar es su aporte en taninos, unos compuestos fenólicos de alto poder antioxidante y antiinflamatorio, además de ser astringentes, lo que regula también los cuadros de diarrea o gastroenteritis. Además, al ser un producto de cercanía, el consumirla en sustitución y de manera alterna al cacao, la convierte en un producto ecológicamente más ético ya que forma parte de nuestra geografía.

Al ser ya dulce de por sí, reduce la necesidad de usar y añadir más “azúcares” hasta el punto de que se pueden hacer con ella, múltiples delicias que podrán satisfacer a todos en casa, como por ejemplo una crema de avellanas con algarroba, en sustitución a la de cacao por ejemplo, o unas magdalenas de algarroba con fruta fresca y natural, o simplemente una taza de leche vegetal con algarroba, como si fuese un chocolate caliente o frío, útil para remontar los ánimos y reparar el cansancio tras un día intenso.

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